martes, 24 de noviembre de 2009

Alakrana: Cuando se sacrifica toda la comunicación en aras de la estrategia



Como todos los expertos conocen, en un secuestro es importante que el gobierno extorsionado no parezca frágil. Cualquier imagen de debilidad deriva en la exigencia de más dinero por parte de los secuestradores. La estrategia del gobierno español en el caso Alakrana parecía, por tanto, la más inteligente: se trataba de originar el menor ruido posible para evitar que los secuestradores se sintieran fuertes y el gobierno pareciera debilitado, es decir, de sacrificar la comunicación en favor de la estrategia.



El ejecutivo español se puso manos a la obra para reducir la importancia del secuestro ante los ojos de quienes lo llevaban a cabo. Para ello, puso como gestora de la liberación de los rehenes a la ministra de Defensa, Carme Chacón, que pese a ser una de las promesas del PSOE y, según cuentan los confidenciales, posible sucesora de Zapatero en La Moncloa, no tiene el estatus ni el perfil de la vicepresidenta De la Vega, que debiera haber sido la administradora natural de una crisis como la que se presentaba. Zapatero tampoco quiso reunirse con los familiares de los secuestrados con el propósito de que los piratas no magnificaran la importancia del secuestro. El caso Alakrana estalló cuando los piratas empezaron a amenazar a los secuestrados y les dejaron hablar con sus familias. Éstas, como es lógico, hicieron todo lo posible por salvar las vidas de sus allegados y no vacilaron en acudir a los medios de comunicación para advertir de la posibilidad de que sus familiares fuesen asesinados ni en criticar al gobierno en público por, según su versión, engañarles y no haber tenido el suficiente tacto con ellos. Pero las críticas no partieron sólo de ellos. También provenían de algunos de los medios de comunicación más hostiles al gobierno, El Mundo y la Cope y de varios dirigentes del PP, Dolores de Cospedal y Esteban González Pons. Todo esto derivó en una creciente presión pública sobre el gobierno, que apareció como poco sensibilizado ante el secuestro a ojos de la opinión pública.

¿Podría haberse evitado esta imagen? Podría, al menos, haberse mitigado. Si bien la estrategia inicial del gobierno era buena, éste debería haber previsto que los secuestradores utilizarían a los secuestrados y a sus familiares como correa de transmisión para el pago del rescate. Si Zapatero se hubiera reunido en secreto con los familiares a comienzos del secuestro, nadie hubiera podido acusar al presidente español de haber actuado con falta de sensibilidad hacia los allegados de la tripulación del Alakrana y a la vez se hubiese mantenido la discreción necesaria ante este tipo de secuestros. Tampoco era difícil imaginar que tanto los medios de comunicación más reacios a las políticas del gobierno socialista como determinados dirigentes del PP servirían de altavoz para expresar las quejas de los relativos de la tripulación del Alakrana. Una forma de combatir esta posible eventualidad hubiera sido implicar más a Rajoy en la gestión de la crisis desde el principio para evitar críticas posteriores de los populares. Por último, no hubiese estado de más celebrar reuniones con los directores de los medios de comunicación explicándoles su estrategia para gestionar el secuestro y rogándoles la debida responsabilidad, que no silencio, a la hora de tratar el caso.

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